El profesor Fletcher encarna el tipo de pedagogía tradicional en la que la preeminencia y autoridad del docente es total. En este sentido, también vemos reflejado el estilo docente autocrático y autoritario, en este caso sin ningún rasgo de benevolencia. Se imponen desde un primer momento y de forma clara los valores y las normas del profesor, quien ostenta el poder absoluto para dispensar premios y castigos a su antojo. En este caso, el premio es la promesa constante de un reconocimiento y un prestigio infinito que nunca termina por llegar, contrariamente a los continuos y extremos castigos que impone a los alumnos cuando estos no cumplen con sus expectativas.
La película ilustra perfectamente una relación completamente tóxica entre un profesor autoritario y abusivo y un alumno extremadamente complaciente y obediente que le idolatra. Nos sirve para entender como se puede llegar a formas extremas de abuso y acoso escolar, aparentemente disfrazado de disciplina.
Fletcher llega incluso a la violencia física con sus alumnos, arrojando una silla y humillando al protagonista en numerosas ocasiones frente a sus compañeros. Posteriormente, se justifica y confirma su postura extremadamente autocrática a través de una anécdota que explica cómo Charlie Parker llegó a convertirse en el mejor saxofonista de la historia del jazz gracias a la exigencia insana a la que fue sometido por sus profesores. De esta manera se convence asimismo y trata de convencer a Andrew (su alumno) de que la educación que no lleva una disciplina enfermiza, y es más permisiva es un fracaso complaciente para gente mediocre. De otra manera, induce en la mente de Andrew que si no lleva ese tipo de autoexigencia tóxica, nunca llegará a ser un buen músico.
Esta película nos alumbra de manera genial sobre los peligros de este tipo de pedagogía y exigencia extrema. Asistimos a cómo este tipo de comportamientos y conductas pueden perfectamente provocar trastornos de ansiedad y depresión con desenlaces fatales.
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