En mi grupo (el número 3), debatimos sobre la importancia de involucrar a las familias en la educación de sus hijos, así como los distintos modelos existentes y las posibilidades de mejora que cabían en el contexto español.
En primer lugar, cuestionamos la efectividad del actual desempeño de las familias cuando estas tratan de involucrarse en la educación de sus hijos. Pareciera como si la labor que han de realizar los padres fuese una especie de vigilancia constante, en lugar de un asesoramiento (tipo coach). En este sentido, pensamos que los estudiantes deben tener su propia autonomía y cargar con ciertas responsabilidades, en lugar de ser meros cumplidores de las voluntades de sus padres y del colegio.
Hubo un punto que consideramos crucial para integrar a ambos bandos en la educación de los chavales, y es la coordinación y la cooperación de los mismos. Creemos firmemente que alcanzar este objetivo mejoraría el proceso educativo considerablemente.
Ahora bien, nos dimos cuenta que para involucrar a los padres en el desarrollo personal y educativo de sus hijos existía un problema que se repite con frecuencia en los hogares españoles: el problema de la conciliación. Observamos que no es que los padres no puedan colaborar con los colegios involucrándose a fondo en el funcionamiento de los mismos, sino que muchas veces estos no pueden ni continuar la labor educativa en sus casas puesto que no cuentan con el tiempo ni la disponibilidad necesaria.
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